“La sociedad no reconoce la labor social que hacemos las cooperativas en el mundo rural”

Cooperativas Agro-alimentarias Aragón (Federación Aragonesa de Cooperativas Agrarias) reúne a 163 cooperativas, la casi totalidad de las existentes en Aragón. Cuenta con más de 45.000 socios y genera 3.000 empleos entre fijos y eventuales. Junto con otras 15 federaciones autonómicas, forma parte a nivel nacional de Cooperativas Agro-alimentarias de España, que representa a estas ante la Administración nacional y la Unión Europea. Presta servicios de formación, información, asesoramiento y representación a sus miembros. Estos están presentes en 14 sectores, facturan 1.500 millones de euros anuales y gestionan casi un millón de hectáreas.

El año pasado Cooperativas Agro-alimentarias Aragón celebró su 30 aniversario, ¿cuál es su balance de estas tres décadas?

El balance ha sido muy positivo. Estos 30 años han servido para coordinar todo lo que eran las cooperativas en los pueblos y, con un sistema federal que pasa por Madrid, trasladar todo hasta Bruselas. Y de Bruselas a nuestros pueblos. De hecho la federación hace un poco de intermediación entre Bruselas, Madrid y nuestros pueblos en el mundo rural.

¿Y qué es más complicado, lidiar con Bruselas o con Madrid?

A veces tienen las cosas más claras en Bruselas y luego en Madrid las complicamos. Y sobre todo con las autonomías en España tenemos un problema con el tema de las ayudas directas. Bruselas con Madrid lo tiene claro, pero luego Madrid reparte para 17 autonomías y ahí entran las presiones y las cuotas de poder y lo sufrimos nosotros, el sector primario. Hay diferencias entre autonomías en temas como ayudas para regadíos, y no entendemos por qué un vasco, un catalán o un navarro tienen que tener diferente trato que un aragonés. El peso específico de Aragón en Madrid ha sido nefasto y como autonomía hemos ido a una velocidad más baja. Como sector primario y como cooperativas, nos sentimos un poco discriminados frente a nuestros vecinos.

¿En qué aspectos concretos notan estas diferencias?

Una de las reivindicaciones que nosotros hacíamos al Gobierno de Aragón es que en la integración de cooperativas hay autonomías que tienen una ayuda específica a la hora de fusionarse y en Aragón no. Eso es una desventaja. Algún proceso se ha paralizado y, con alguna ayuda económica, a lo mejor hubiéramos podido conseguir más fusiones, porque en Aragón tenemos demasiadas cooperativas pequeñas locales y eso, a la hora de gestionar la economía de escala es muy importante. Uno de nuestros objetivos era el intentar agrupar por sectores y tener más dimensión para exportar y llegar a los mercados. Por otro lado, en algunas cosas hemos mejorado pero en otras incluso vamos a peor. En el tema de ayudas directas a la intercooperación teníamos más ayudas hace 10 años que ahora.

¿Qué importancia tiene el cooperativismo para mantener el tejido socioeconómico en el medio rural?

Tenemos un problema en el sector primario que es que cada vez estamos menos personas y tenemos menos peso específico a pesar de ser un motor de desarrollo en Aragón. En el PIB somos muy importantes, pero en número de personas somos muy poca gente. En Aragón todo el mundo viene a vivir en Zaragoza mientras que nuestras provincias están muy despobladas, y ahí las cooperativas seguimos existiendo. Hay muchos pueblos en los que la única tienda o el único centro de trabajo que existe es la cooperativa. Nosotros somos una empresa para ganar dinero, pero tenemos una cuestión social. Hay gasolineras que no son rentables para las multinacionales y las cooperativas mantenemos el servicio. Damos servicios a nuestros socios, a veces incluso perdiendo algún dinero, porque hay localidades en las que abrir cuatro horas te cuesta dinero. Cubrimos muchas carencias de multinacionales que no van a un pueblo a vender una rueda de repuesto. Y sin embargo una cooperativa te vende desde un tornillo de arado hasta aceite o vino. La sociedad no reconoce esa labor social que hacemos las cooperativas en el mundo rural.

¿Son conscientes los habitantes de la ciudad de la importancia de los pequeños productores?

No. A nuestros políticos se les llena la boca hablando de desarrollo rural, pero nadie pone remedio, empezando por el consumidor. Nadie es capaz de pagar medio céntimo más por una cosa que sea de la zona o de un productor de Aragón. Todo se sigue basando en el precio, tanto para unos zapatos como para comprar fruta o carne. Pese a los buenos productos que tenemos en Aragón, luego se compra lo que se compra por 0,99. Eso es muy triste. A nosotros que somos productores de alimentos nos duele que no se valore el ser consumidores responsables. Luego querremos que haya agricultores en los pueblos y cuidadores de medio ambiente. Eso va a ser complicado. La realidad es que los pueblos en Aragón nos estamos quedando vacíos.

¿Cómo se puede revertir esa situación?

A lo mejor las cooperativas tienen que adaptarse a los nuevos tiempos porque hay que ilusionar a los jóvenes en proyectos a más corto plazo, pero de alguna manera necesitamos que los jóvenes se comprometan con la cooperativa, porque a pocos jóvenes les gusta dar tiempo para los demás. Hemos creado una generación un poco egoísta. Yo recuerdo que cuando comenzábamos a ir a las reuniones todo el mundo hacía las cosas por convencimiento y ahora todo el mundo va a la filosofía del “¿qué hay de lo mío?”. Nadie da nada por nada. Nosotros debemos sembrar la idea de que la juventud tiene que incorporarse a lo que es las cooperativas, pero con vistas a un interés general, no particular. Tenemos que trasladar a la juventud el valor de que para hacer algo a medio o largo plazo, para los grandes proyectos, hay que perder algo de nuestro egoísmo.

¿Cómo ha variado el número de productores cooperativistas en Aragón en los últimos años?

En los últimos 10 años hemos bajado bastante y hemos elevado mucho la media de edad. Hay pocas incorporaciones. Además, una de nuestros retos es la incorporación de la mujer en el mundo rural y en las cooperativas. Tenemos muchísimas mujeres en todos los departamentos de calidad, de gestión… En casi todas las cooperativas los mandos intermedios son mujeres. Son todas mujeres entre 30 y 50 años, con una gran preparación, pero no son ni socias ni miembros de los consejos rectores.

¿Qué ofrecen las cooperativas frente a los grandes productores? ¿Cuáles son sus fortalezas?

Garantizamos sobre todo la trazabilidad del producto, desde la plantación. Eso creo que da una garantía. Además, a un gran productor, si le salen los números, va a ir a muerte con el territorio, pero si no le salen, venderá y se irá. Nada que ver con el sistema cooperativo, que vamos a intentar ir poco a poco y si una cosa no funciona habrá que reconducirla, pero jamás vamos a levar el ancla y marcharnos. Damos una garantía de seguridad.

¿Cómo ven la legislación actual respecto a las cooperativas? ¿Consideran necesario algún cambio?

A veces somos muy lentos en todo el tema de legislación. Por ejemplo, hay empresas cooperativas que necesitarían hacer alianzas comerciales con sociedades anónimas y ahí chocamos con la ley porque a veces los resultados cooperativos y los de las sociedades anónimas tributan de forma diferente. La producción de las cooperativas, para llegar al mercado, necesita pasar por sociedades anónimas. En países como Francia o Alemania lo tienen resuelto: lo que es de cooperativas tiene que pagar esto y lo que es no es cooperativo esto otro. Aquí es mucho más farragoso. Ahí necesitaríamos fijarnos más a Europa. También tendríamos que abrir el abanico sobre lo que un socio tenga que tributar. Tenemos socios que no son cien por cien cooperativistas porque tienen otra actividad, ya sean colaboradores u otras variantes. La última ley se ha adaptado, pero todavía nos faltan más cambios para que las sociedades sean más ágiles.